En estos tiempos. las canchas de fútbol colorídas pero insipidas, son el campo de batalla de frenéticos guerreros futbolistas, para
los cuáles, correr, forcejear, y jugar al limite del reglamento es religión. Tácticamente robotizados, "el entrenamiento" hace que olviden paulatinamente, la quinta esencia del fútbol; eso que tanto disfrutaban cuando eran "figuras del llano", cracks de banqueta, Héroes del barrio, cuyo único plantemiento táctico Era la pasión, el amor a la camiseta.
Bajo el férreo mando de técnicos facistas que desdeñan por completo la pasión, la belleza y el arte de este fenomeno social llamado fútbol, empezamos a sentir nostalgia.
Juan Román Riquelme es de una raza extinta; de los que piensn más de lo que corren, que son tácticamnte rebeldes, autodidactas, de gran pureza técnica, sentimentales del juego que nos recuerda el baldío, los zapatos viejos, y el balón descolorido. Riquelme es de esos cracks, que pareciera que la pelota se emnamora de sus pies, de su clase, parsimonia, sentimiento e inteligencia. cuando este genio comulga con la esférica, por unos instantes el tiempo corre más lento, casi se detiene, habrimos mucho los hojos y contenemos la respiracion, en espera de la magia que viene a continuación.
El tiempo no perdona ni siquiera al gran Juan Román Riquelme dejará de jugar en algun momento, y empezaremos a sentirnos solos en los estadios, ó frente al televisor. extrañaremos su magia, su arte.
Arte tan puro, sublime, y emocionante como cualquiera.
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